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dc.contributor.authorWeissenbacher, Mercedes C.es
dc.contributor.authorSabattini, Marta S.es
dc.contributor.authorEnria, Deliaes
dc.date.accessioned2013-06-19T02:10:51Z-
dc.date.available2013-06-19T02:10:51Z-
dc.date.issued2012-
dc.identifier.urihttp://sgc.anlis.gob.ar/handle/123456789/524-
dc.descriptionFil: Weissenbacher, Mercedes C. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Medicina; Argentina.es
dc.descriptionFil: Sabattini, Marta. ANLIS Dr.C.G.Malbrán. Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas Dr. Julio Maiztegui; Argentina.es
dc.descriptionFil: Enria, Delia A. ANLIS Dr.C.G.Malbrán. Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas Dr. Julio Maiztegui; Argentina.es
dc.description.abstractLa historia del mal de los rastrojos comenzó en 1955 cuando Rodolfo Arribálzaga (1912-1985), un médico de Bragado, describió los primeros casos de una enfermedad aguda desconocida que había detectado en pacientes de esa zona, en especial en jóvenes trabajadores de la cosecha gruesa, es decir, de maíz, sorgo o girasol. La mayor incidencia del mal se producía entre abril y julio, momento en que se había realizado esa cosecha y los cultivos estaban en etapa de rastrojo. De ello resultó la denominación mal de los rastrojos. Como entre los síntomas predominaban la fiebre y las hemorragias, se difundió más tarde el nombre fiebre hemorrágica argentina. Hoy se usan ambos. En aquella época no se empleaba la actual expresión enfermedad emergente, que ahora se aplica a dolencias desconocidas cuando son diagnosticadas por primera vez. En esos términos, en la década de 1950 el mal de los rastrojos fue una enfermedad emergente. Se trata de una afección severa, de comienzo gradual y sin síntomas iniciales distintivos, por lo que las personas no toman fácilmente conciencia de haberla adquirido. Es también de corta duración, con cerca del 80% de pacientes que superan rápidamente una fase aguda y se recuperan luego de una convalecencia prolongada. Pero en algo más del 20% de los enfermos, en torno a la segunda semana de la aparición de los síntomas se producen hemorragias y trastornos neurológicos graves, a menudo de efectos mortales. Por el carácter emergente de la fiebre hemorrágica, no había formas establecidas de diagnóstico, de prevención o de curación. Por tener carácter endémico en una zona relativamente pequeña del norte de la provincia de Buenos Aires y por su baja incidencia en el conjunto de la población, no se podía esperar que compañías farmacéuticas invirtieran en investigarla, dado lo reducido del número de potenciales compradores de un eventual medicamento. En tales situaciones se habla de una enfermedad huérfana.es
dc.language.isoeses
dc.relation.ispartofRevista Ciencia Hoyes
dc.rightsOpen Accessen_US
dc.rightsCreative Commons Attribution 4.0 International License-
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by/4.0/-
dc.sourceRevista Ciencia Hoy 2012;21(126):8-13en_US
dc.subjectVacunases
dc.subjectFiebre Hemorrágica Americanaes
dc.subjectVirus Junines
dc.titleLa vacuna contra el mal de los rastrojoses
dc.typeArtículoes
anlis.essnrd1-
item.openairetypeArtículo-
item.languageiso639-1es-
item.cerifentitytypePublications-
item.grantfulltextopen-
item.openairecristypehttp://purl.org/coar/resource_type/c_18cf-
item.fulltextWith Fulltext-
Appears in Collections:Preproducción
Publicaciones INEVH
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